Iberduero, la entonces importante empresa
de electricidad, nos invitó como accionistas a una excursión de tres dias a
visitar sus instalaciones en la cuenca del
Duero y provincia de Salamanca. La ciudad salmantina (Hotel Regio), el
Parador Nacional de Tordesillas, el pueblo de Vitigudino y los saltos de
Villarino y Aldeadávila, con las extraordinarias y elegantes comidas, fueron
atenciones que ya no regalan las sociedades anónimas a sus accionistas. Fue un
recuerdo imborrable.
Dulce, con su juventud y sus seis meses y
medio de preñez manifiesta -Nerea nació 73 días después-, dio la nota más
alegre, humana y valiente del autobús, donde predominaba por edad y vestimenta
otro estilo, el de los accionistas mayores y con dinero. Fuimos una inyección
de alegría y juventud, que dimos aire fresco y desenfadado a varias comidas y
recepciones de etiqueta y bastante tontería.
Localizada en el camarote la carta del
menú de la comida principal del viaje, dice así:
“Almuerzo
ofrecido por Iberduero, S.A. A los Señores Accionistas de la Empresa:
Salamanca,
7 de junio de 1.977
M
E N U
Consomé
Montecarlo
Jamón
con piña tropical
Salpicón
de mariscos
Solomillo
“Regio”
Postre:
Ponche
de frutas y helado
Vinos: Licores:
Cortesía Dulce y San Asensio
Seco 103
Etiqueta Negra
Campo Viejo Tinto y San Asensio Rosado Marie Brizard
Champán Codorniu Benedictine
Café
Servido por “Hotel Regio” en el
Salto de Aldeadávila.
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